Murs mentals
Article de Francesc-Marc Álvaro a la Vanguardia del 21/09/2005 que no diu res de nou que no sapiguéssim tots els que estem una mica al cas de com va el món, però com que no és el cas de la majoria, doncs s’ha de dir una vegada i una altra i una altra… encara que ni cas!
Los muros
Un diputado socialista catalán estuvo hace poco en Gaza y se quejó de la existencia del muro que los israelíes han construido para evitar los ataques de los grupos terroristas palestinos. El diputado —cuyo nombre poco importa— se mostró muy indignado por el muro, al igual que tantas almas sensibles cómodamente instaladas aquí. Glosar negativamente el muro de defensa de Israel se ha convertido en un tubo de escape de las buenas conciencias locales. Lo que sorprende es que ni el diputado socialista en cuestión ni la opinión preocupada por esta construcción hayan dedicado ni un minuto a hablar de los muros que rodean Ceuta y Melilla para impedir la entrada de extranjeros. Son muros que el Gobierno socialista de Zapatero (el mismo que vende los fascículos de la Alianza de Civilizaciones) ha reforzado últimamente con el beneplácito general, incluido el de los airados denunciantes del muro de Israel.
España tiene sus muros pero hay que callar y hacer como si nada. “En Ceuta y Melilla no son muros, se trata sólo de una verja”, replicarán las almas sensibles para excusar su silencio. Está bien. La mayor parte del llamado muro de Israel también es sólo una verja, aunque éste sea un detalle que aquí no se explique. Si España levanta una protección en su frontera, es algo correcto y razonable; si lo hace Israel, es un crimen. Es un tipo de comparación que me recuerda mucho la de un destacado intelectual barcelonés —el nombre tampoco importa— que es capaz de defender a la vez el cierre de diarios en el País Vasco y el derecho de los terroristas palestinos a atentar contra Israel. También sabemos que los pobres iraquíes que fueron destrozados hace poco mientras hacían cola para conseguir trabajo fueron víctimas de la resistencia, no de terroristas. Barcelona es un lugar perfecto para este tipo de malabarismos, los integra con facilidad y, cuando está borracha de ellos, sale al balcón a tocar la cacerola. Pero no la toca para todos. Por ejemplo, los tibetanos, que llevan décadas con el país ocupado por la dictadura China, no han merecido nunca la solidaridad masiva de las almas puras de nuestra ciudad. Será que el Dalai Lama no es tan pacífico ni tan honrado como lo fue Arafat.
Para una buena conciencia, el muro de Israel es perfecto. Permite establecer nítidamente la frontera entre los buenos y los malos. En cambio, en Ceuta y Melilla todo es más complicado. Debería hablarse de las fuerzas de seguridad de Marruecos, este reino amigo de España cuyo talante democrático es descriptible, y debería hablarse también de la Guardia Civil y de lo que ven las agencias no gubernamentales que trabajan allí. Israel está más lejos.
Los muros
Un diputado socialista catalán estuvo hace poco en Gaza y se quejó de la existencia del muro que los israelíes han construido para evitar los ataques de los grupos terroristas palestinos. El diputado —cuyo nombre poco importa— se mostró muy indignado por el muro, al igual que tantas almas sensibles cómodamente instaladas aquí. Glosar negativamente el muro de defensa de Israel se ha convertido en un tubo de escape de las buenas conciencias locales. Lo que sorprende es que ni el diputado socialista en cuestión ni la opinión preocupada por esta construcción hayan dedicado ni un minuto a hablar de los muros que rodean Ceuta y Melilla para impedir la entrada de extranjeros. Son muros que el Gobierno socialista de Zapatero (el mismo que vende los fascículos de la Alianza de Civilizaciones) ha reforzado últimamente con el beneplácito general, incluido el de los airados denunciantes del muro de Israel.
España tiene sus muros pero hay que callar y hacer como si nada. “En Ceuta y Melilla no son muros, se trata sólo de una verja”, replicarán las almas sensibles para excusar su silencio. Está bien. La mayor parte del llamado muro de Israel también es sólo una verja, aunque éste sea un detalle que aquí no se explique. Si España levanta una protección en su frontera, es algo correcto y razonable; si lo hace Israel, es un crimen. Es un tipo de comparación que me recuerda mucho la de un destacado intelectual barcelonés —el nombre tampoco importa— que es capaz de defender a la vez el cierre de diarios en el País Vasco y el derecho de los terroristas palestinos a atentar contra Israel. También sabemos que los pobres iraquíes que fueron destrozados hace poco mientras hacían cola para conseguir trabajo fueron víctimas de la resistencia, no de terroristas. Barcelona es un lugar perfecto para este tipo de malabarismos, los integra con facilidad y, cuando está borracha de ellos, sale al balcón a tocar la cacerola. Pero no la toca para todos. Por ejemplo, los tibetanos, que llevan décadas con el país ocupado por la dictadura China, no han merecido nunca la solidaridad masiva de las almas puras de nuestra ciudad. Será que el Dalai Lama no es tan pacífico ni tan honrado como lo fue Arafat.
Para una buena conciencia, el muro de Israel es perfecto. Permite establecer nítidamente la frontera entre los buenos y los malos. En cambio, en Ceuta y Melilla todo es más complicado. Debería hablarse de las fuerzas de seguridad de Marruecos, este reino amigo de España cuyo talante democrático es descriptible, y debería hablarse también de la Guardia Civil y de lo que ven las agencias no gubernamentales que trabajan allí. Israel está más lejos.
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